CULTURA Y TURISMO
Los orígenes de Ricote son protohistóricos, según atestiguan los yacimientos argáricos de la comarca, que tienen una continuidad ininterrumpida con iberos y romanos, al igual que el resto de poblaciones del Valle donde existen yacimientos que dan fe de ese pasado ya poblado, demostrando las bondades de este lugar.
Aunque Ricote entre en la historia de mano de los musulmanes, siendo en el año 826 cuando comienza a aparecer en las crónicas escritas asociado al castillo que se levanta en sus inmediaciones. Queda claro que, Ricote, desde el comienzo de la invasión musulmana fue habitado por lo estratégico de su ubicación y su castillo lugar de control de cualquier movimiento de las poblaciones próximas y paso obligado, para futuras incursiones de nuevos territorios.
El castillo conocido en la época musulmana como Al-Sujayrat o Al Sujur – Los Peñascales – fue el escenario donde en 1.228 el caudillo Ibn Hud se levantó contra el poder almohade partiendo a la conquista del Reino de Murcia. Durante diez años el Al-Andalus estuvo dominado por Ibn Hud, personaje casi novelesco, que murió en Almería víctima de una trágica historia de amor.
Personaje clave de esta época y esta cultura, nacido en Ricote es Muhammad Abu Bakrb Ahmad al-Qarmuti, al-Raqutí, al-Mursi una de las personalidades más importantes del siglo XIII de la Murcia musulmana y cristiana. Al-Ricotí regentó en Murcia un prestigioso centro de estudios bajo la filosofía continuista y protectora de la cultura “sin política ni credos” que amparó Alfonso X el Sabio; mantuvo su cátedra en Murcia hasta la revuelta mudéjar que le obligó a exiliarse en Granada hasta su muerte.
En virtud del tratado de Alcaraz de 1.243 el Reino de Murcia fue ocupado militarmente por las tropas castellanas, una vez asentadas éstas, el Valle de Ricote aparece como señorío de Enrique Pérez de Arana y posteriormente en 1.281 Sancho IV lo cede a la Orden de Santiago, convirtiéndose en 1.285 en el enclave estratégico de la encomienda santiaguista.
Desde la conquista cristiana del Reino comienza lo que se ha venido en denominar el “problema morisco”, la aljama de Ricote otorgó poderes a determinados mudéjares para que acudieran a la Corte a solicitar su conversión pactada, es por ello que los Reyes Católicos otorgan a éstos la Carta de ser admitidos en la religión cristiana en el año 1.501 Tras la incorporación a la corona de Castilla, los mudéjares del Valle de Ricote comenzaron su proceso de aculturación, si bien sin excesiva presión por parte de los administradores castellanos, a los cuales les importaban más los beneficios económicos que generaba la población que sus creencias religiosas. El incumplimiento progresivo de las Capitulaciones de Granada fue el aviso de la política de los Reyes Católicos sobre esta población, y la conversión forzada de 1501 fue el mayor exponente de que la monarquía, y sus allegados, no iban a permitir la coexistencia en un mismo territorio de grupos ideológicamente diferentes, como eran los cristianos y los musulmanes.. Esta conversión no pudo evitar la persecución y la pérdida de derechos de la población, hasta que la Pragmática de Expulsión firmada por Felipe III, fue aplicada en el año 1613, lo que obligó a salir de estas tierras a los últimos moriscos españoles rumbo al exilio. La expulsión produjo un fuerte despoblamiento empobrecimiento que sólo se vería paliados por la labor repobladora de la Orden., que ocasionó la pérdida de la principal actividad económica del Valle, la agricultura. Los datos económicos y demográficos anteriores a la expulsión sólo se recuperaron mucho tiempo después, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, pues la orden de Santiago, la dueña del territorio, no implantó ninguna medida correctora que acortase el impacto de la expulsión y redujese el tiempo de recuperación, ya que se limitó a seguir percibiendo los ingresos que esta encomienda le proporcionaba, y no actuó de defensora de su población morisca en ningún momento.
Herencia de esa época es el casco antiguo de la villa, de origen y trazado medieval, caracterizado por las estrechas e irregulares calles, pudiéndose apreciar en algunas de sus viviendas rejas, escudos, puertas, aldabas y otros detalles reminiscencias de este pasado.
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