Almazaras, hornos, molinos de trigo… eran monopolio de la orden de Santiago. Los habitantes de la encomienda debían transformar sus productos en ellos y no podían hacerlo en otros, exponiéndose a sanción si lo realizaban. El traspaso de estas propiedades a los concejos y particulares fue uno de los síntomas que nos permite ver el grado de perdida de control santiaguista sobre sus posesiones.
El horno, al igual que almazaras y molinos, no se explotaba directamente por la orden de Santiago, sino que se arrendaba. En 1507 estaba en una “casa mediana cubierta de madera e teja con su capilla”
El tipo de horno era el conocido como “horno de poya” y siguió prestando servicio sin modificaciones hasta 1536, año en el que hubo que reformarlo para ampliarlo, lo que fue presupuestado entre doce y quince mil maravedíes. Pese a ser reparado, el problema de su mantenimiento continuó, y así en 1721 volvía a amenazar ruina.
La administración de los bienes santiaguistas supuso una mejora en el estado de conservación de los mismos, y en 1734 el horno se encontraba totalmente reparado.
Hornos de este tipo siguen existiendo en Ricote con uso particular.